Escuela pone cimientos en la zona roja de Tijuana
La Coahuila no es el tipo de barrio que alguien pueda confundir con un distrito con arquitectura y diseño. Pero aquí, en la zona roja de Tijuana, un lugar más conocido por sus bares en mal estado, moteles de paso y espectáculos subidos de tono que nada tienen que ver con el Modernismo, una nueva escuela de arquitectura está revolucionando el mundo del diseño.
A la vista de la frontera entre Estados Unidos y México, dentro de un edificio de oficinas de tres pisos común y corriente que alguna vez albergó una clínica para sexoservidoras, la Escuela Libre de Arquitectura fue fundada por el arquitecto tijuanense Jorge Gracia teniendo muy en cuenta su entorno.
«Yo no quiero estar en los suburbios afuera en algún barrio lleno de torres», dice Gracia. «Yo quería estar justo en el centro de las cosas».
De hecho, desde la esquina asoleada que conforma su oficina, es posible tener no solo vistas panorámicas del monumental arco de acero que recibe a los visitantes a la ciudad, sino también a una chica que trabaja con pantalones ajustados en la calle de abajo, escondiendo el celular en su escote.
Es el contexto de Tijuana que da forma a todo lo relacionado con esta escuela poco ortodoxa que abrió sus puertas en el otoño de 2014. Tijuana es una unión singular de lo hecho a mano y la alta tecnología, una ciudad que cuenta con uno de los centros de manufactura más desarrollados de México, en un país donde más o menos la mitad de la población vive por debajo del nivel de pobreza. Lejos de los centros mexicanos de poder, es un lugar que sale adelante pragmáticamente con el flujo interminable de ideas y materiales que se captan de Estados Unidos.
Este pragmatismo pasa por el programa de estudios de la escuela de arquitectura, aportando un enfoque eminentemente práctico a la educación, en un campo que a menudo está más centrado en la teoría de castillos en el aire que los detalles esenciales para que las cosas se construyan. Al igual que en otras escuelas, la Escuela Libre de Arquitectura cuenta con sesiones dedicadas al diseño experimental y proporciones clásicas, pero también se realizan visitas periódicas a obras en construcción para entender la mecánica del cemento vertido in situ.
«Muchos estudiantes de arquitectura pueden conceptualizar diseños increíbles, pero no pueden construirlos», dice Gracia. «Queremos estudiantes que sean capaces de construir, que vayan a un edificio o una plaza y sean capaces de analizar lo que funciona y lo que no funciona. Y queremos que trabajen dentro del contexto social, en este caso, de Tijuana».
«Tijuana es nuestro laboratorio», dice Enrique González Silva, director académico fundador de la escuela. «La idea del programa es que los alumnos comprendan la realidad de ser un arquitecto aquí».
Es una misión que la escuela lleva profundamente en el corazón.
En una húmeda mañana entresemana, Gracia y González Silva suben una clase de 15 alumnos en una camioneta, y los llevan a un terreno en un desarrollo residencial en construcción al sureste de la ciudad, donde la firma arquitectónica de Gracia, Gracia Studio, está levantando una casa para un cliente. De momento, no es tanto una casa sino más bien una serie de jaulas de acero y muros de concreto a medio hacer.
Gracia distribuye cascos protectores de construcción al grupo de estudiantes y los guía por el sitio, moviéndose alrededor de los montones de barras de refuerzo de acero y los innumerables huecos en el piso sin terminar (algo que daría un ataques de ansiedad a un abogado en los Estados Unidos).
«Aquí mismo, estos son los moldes para el hormigón», dice Gracia a los estudiantes que toman notas y fotos. «Y aquí, estas barras del encofrado, dependiendo del grosor, tiene diferente capacidad para soportar el peso».
La clase luego se reúne con los trabajadores de la construcción que están instalando el encofrado para entender cómo funciona ese proceso. Algunos de ellos incluso participan en la construcción poniéndose guantes de trabajo para ayudar a doblar las barras de acero que finalmente apoyarán el segundo piso de la casa.
«Requerimos que ellos realmente entiendan los materiales con los que trabajan», dice González Silva. «Estamos muy enfocados en la práctica, aprendiendo lo que hace un arquitecto que ejerce, aprendiendo cómo diseñar de manera eficiente, cómo construir de manera rentable, cómo trabajar con los constructores».
Para los estudiantes, este sistema está muy lejos de la enseñanza tradicional de la arquitectura, que, en los primeros años, generalmente se centra en la historia y en proyectos conceptuales que nunca van más allá de la teoría.
«Muchas de nuestras clases tienen lugar en sitios como talleres de carpintería», dice el estudiante de segundo año Fabio Campanaro, quien es oriundo de San Diego, y el único estudiante estadounidense de la escuela. «O si estamos teniendo una clase de concreto, tenemos la clase en un lugar donde fabrican concreto. Así que obtienes mucha experiencia del mundo real».
Campanaro, de 28 años, había comenzado sus estudios de arquitectura en la New School of Architecture & Design de San Diego, pero dejó de ir por problemas financieros. Oyó hablar de la inauguración de la Escuela Libre en una conferencia a la que asistió en Tijuana, y cuando estuvo listo para regresar a la escuela, decidió que iría a Tijuana a estudiar.
«En Estados Unidos hay más ambiente académico», explica. «Tal vez uno haga una o dos salidas de campo, pero en la Escuela Libre, es casi semanal. Un día se llega cuando se están poniendo los cimientos, otro día cuando están levantando las paredes. Se obtiene una comprensión real del proceso de la construcción».
La escuela, por supuesto, no ignora la teoría. «Yo diría que es un 40 por ciento teoría y 60 por ciento práctica», dice Gracia acerca de los cursos de la escuela. «La teoría es muy importante. Pero queremos que los estudiantes sean capaces de diseñar y construir».
Al igual que muchas instituciones de Tijuana, que se construyen desde cero por personas emprendedoras, Gracia fundó la Escuela Libre de Arquitectura porque vio una necesidad.
El nativo de Tijuana de 41años de edad, ha dirigido un reconocido estudio de arquitectura en la ciudad desde hace más de una década. Su premiado trabajo -que incluye hoteles, una escuela culinaria y varias casas particulares- se ha destacado en Dwell, Architectural Record y otras publicaciones. Pero con los años, conforme ha estado en contacto con una generación de jóvenes diseñadores, encontró que pocos tenían las habilidades prácticas que pudieran ser trasladadas al puesto de trabajo.
«Yo también estaba viendo la ciudad y dándome cuenta de que se veía igual o peor que antes», dice. «Ha habido algunos fracasos en el ámbito de la vivienda social y la urbanización. Y simplemente había un montón de construcciones que no tenían nada que ver con la realidad de Tijuana. Realmente sentí que había problemas en cuanto a la formación que los estudiantes estaban recibiendo. Así que decidí, ‘Bueno, yo puedo hacer algo'».
Gracia comenzó enseñando talleres de diseño en La Caja Galería, una galería y centro cultural local que su firma había remodelado (transformando un insignificante almacén en una galería y lugar de aprendizaje). «Podíamos diseñar algo a mano, y luego por computadora, luego podíamos construir un modelo», dice de los talleres. «La idea era ¿cómo conceptualizar algo, y luego ejecutarlo?».
Estos cursos atrajeron a profesionales de diversos campos, así como graduados de arquitectura deseosos, que habían completado un curso de estudio en otro lugar, pero estaban ansiosos por obtener más experiencia práctica con un arquitecto que ejercía su profesión. Percibiendo el interés de los posibles estudiantes, Gracia hizo equipo con González Silva para establecer una escuela con todas las de la ley que ofrece una licenciatura de tres años certificada por la Secretaría de Educación de México.
Comenzaron la Escuela Libre con solo 12 estudiantes en el segundo piso del antiguo edificio médico en La Coahuila. (Los restos de su pasado clínico han sido borrados por el arquitecto, que le ha dado al piso una remodelación elegante, con algunas paredes a manera de pizarrones gigantes y separadores de salones elaborados con madera reciclada, uno de sus toques distintivos). Hoy, la escuela cuenta con 29 alumnos, la mayoría de los cuales provienen de los alrededores de Tijuana.
Más allá del aprendizaje práctico, la escuela también inculca a sus estudiantes una filosofía muy de Tijuana, basada en el reciclaje, en trabajar prudentemente, en usar los materiales disponibles para construir.
«Aquí en Tijuana, tenemos todo lo que se tira en los Estados Unidos», dice Gracia. «Hay lugares en Tijuana donde van a construir una casa a partir de las puertas de garaje que provienen de Estados Unidos. Toda esta idea de reciclaje está de moda ahora en el mundo de la arquitectura, pero aquí siempre se ha hecho por necesidad».
«Enseñamos a los estudiantes que la arquitectura es tratar de respetar el contexto», añade González Silva. «Ser eficientes. Ahorrar lo que se pueda. Encontrar formas de mejorar lo que hay. No siempre se tiene que tirar algo. Y si se tiene que tirar, tal vez se pueda preservar la esencia de lo que alguna vez estuvo allí».
Una buena lección para Tijuana. Y para cualquier parte.